Violeta nació en medio del blanco. Un blanco amplio e infinito. Era la primera vez que se veía una violeta en medio del Polo Sur. La florecilla nació con disimulo ante los ojos del viento y los oídos de la nieve. No tardó en difundirse la noticia de que un pequeño ser habitaba la inmensa llanura y focas, pingüinos, osos polares firmaron una tregua para poder ver la delicada mancha purpura en mitad de la inmensidad nívea. La mayoría de los animales no se atrevían a acercarse demasiado. Tres dias duró el corro en torno a ese nuevo animal que no se movía. Hasta que un osezno curioso se acercó a pesar de los gruñidos de su madre. Poco a poco, con el miedo a lo desconocido y la inocencia de la infancia, acercó el hocico. Violeta se había estado preparando para este momento desde que nació y expulsó sus mejores perfumes, orgullosa de la expectación que había provocado. El osezno se dio la vuelta emocionado y gritó:
-¡Huele bien, huele bien!
Pero ninguno de los animales que la habian observado durante tanto tiempo tuvo tiempo de olerla, porque Violeta, que había utilizado sus ultimas fuerzas en ese perfume, suspiró y se dejó morir pensando: "Necios, hubiera tenido para todos si no hubierais tardado tanto en acercaros"
Helado de frio,
Birlo
No hay comentarios:
Publicar un comentario