29.6.09

Esquirlas


Y un dia, antes de abrir los ojos, me doy cuenta que no soy más que una diminuta esquirla metalica en el inmenso mecanismo del Mundo y la Historia. Cuando abro los ojos, sigo siendo una mota de polvo insignificante a lo largo de los siglos pasados y venideros. No hay nada que diferencie mi vida de la de millones de esquirlas metalicas que conforman ese engranaje universal. Pero la maravillosa sensación de importancia, de significado vital que he ido absorbiendo a lo largo de una vida de televisión, anuncios, libros y relaciones humanas me induce a creer que puedo ser la pieza que colapse el sistema encajado entre los dientes de la rueda.
Es en este momento, cuando abro los ojos (no los fisicos, pues ya estoy delante del primer café de la mañana, sino los ojos de la mente) y me rio de mi mismo. ¿Qué sentido tiene? Billones de piezas tna insignificantes y diminutas como yo se han abierto los ojos esta mañana pensando que también podrían ser especiales y alterar el rumbo de sus vidas, bloquear el engranaje del mundo. Pero, y he aquí un punto esencial, ni siquiera en eso nos diferenciamos: todos somos iguales al querer ser diferentes, todos queremos ser especiales... y ninguno lo somos.
Y la desesperación y la frustración me invade mientras me dirijo a la ducha. ¿Qué queda de esa diminuta esquirla metalica que abrió los ojos hace apenas media hora? Nada,no queda nada más polvo difuminado esparcido al viento pues una vez más me he interpuesto entre las ruedas que rigen el mundo y me han aplastado con el irresistible peso de la verdad cotidiana, de la sucia vulgaridad, de la triste obviedad a la que intentamos sobrevivir día a día.

Y esos son los días en los que uno se arrepiente de abrir los ojos.
Diminuto metálico,
Birlo

20.6.09


Hoy estoy sentado delante de mi mesa. El desorden y el caos se extienden hasta el mismo borde donde, a veces, cuelgan cables y ropa aferrandose desesperadamente por no caer hasta la alfombra. Todo está exactamente igual que ayer cuando el desorden y el caos se extendian hasta el borde de mi mesa, donde a veces, colgaban cables y ropa aferrandose desesperadamente para no caer en la alfombra. Cualquier observador poco avispado diría que no ha pasado nada y aunque todo está en el mismo sitio que ayer, erraría en su afirmación. Quizás la realidad fisica no se ha movido un ápice. Quizas mi desorden estatico siga acumulando polvo mientras espera una mano diligente y ordenadora.

Pero hay algo que si ha cambiado. Es práctiamente invisible pero está ahi. Como dijo el zorro de Saint-Exupéry: "lo esencial es invisible a los ojos" y esto es la esencia misma de la esencialidad. Es tan fugaz como el rastro de un perfume en la multitud o el brillo de unos ojos en la noche. Es una vibración, una cálidez interior que te pone los pelos de punta. Es una actitud, es un filtro distinto para mirar las cosas.

Es el verano.
Y con él, las vacaciones.

Ocioso,
Birlo