26.9.10

Parece


que han pasado siglos desde la última vez que me senté a escribir. Lo echo de menos y me encuentro muchas noches jugando con frases y palabras que me encantaría compartir. Culparía a los horarios, a las inescusables cañas y copas con unos y otros, a los estudios, a cierta chica, a amigos inciertos y a otra serie de accidentales despistes que me han alejado de este teclado; pero al final uno tiene que sincerarse y no puedo culpar a otra persona que no sea yo.
Si bien siempre he defendido que uno no puede escribir sin ganas de ello, es igual de cierto que si tienes ganas de escribir, no deberías evitarlo. Porque por mucho que te esfuerces en lo contrario, la vida sigue siempre. La vida, sus golpes y caricias, se van acumulando en la parte trasera del cráneo, oprimiendo la expresividad y creando esa horrible sensacion de zozobra metalica en el pecho, de la que uno necesita liberarse pero no sabe bien como: Se buscan nuevas aficiones, tienes charlas mientras acechas alguna personalidad interesante, escuchas musica nueva, sales a beber, viajas, cazas luciernagas, tomas el sol, lees un libro que hace años te gustó y, en general, tratas de no estar quieto ni un momento.
Pero por muy rápido que camine, por muy lejos que viajes, siempre llega el duro enfrentamiento con tu almohada, con los interminables minutos antes de que te venza el sueño. Y no hay juez más duro que uno mismo. Y me reprocho otra vez más mi falta de voluntad y de constancia, mi abandono hacia algo de lo que hace poco me enorgullecía y que fue mi confesor en alta voz durante tanto tiempo. Me averguenza pensar cuantas veces me he visitado Agujas de Trigo para comprobar la obviedad de que no había nada nuevo escrito y enfadarme con esa parte de mi que se cree literato y no es más que plumilla de panfleto, que por su dejadez perderá algo de las cosas que siempre ha considerado hacer bien.
Por que, sin quererlo, llegué a crear una sensación de dependencia con este pequeño espacio digital, que era mi oyente más atento y comprensivo, al que contaba mis trascendentales problemas con tono altivo y solemne (ahora me rio o no entiendo la mayoria de ellos) sin pedir nada a cambio, más que quizás una actualización de vez en cuando y un poco de constancia. Pero mi necesidad de atención fue absorbida por otros eventos y como todo buen ególatra* mi cariño se desplazó a quien más caso me hacia. Y es que ni la mayor de las paciencias ni años de comprensión pueden ser rivales al dulcísimo pero efimero triunfo social de los bares.
Es por todo esto que hace siglos que no me siento a escribir. Es por todo esto que me lamento y me flagelo (de forma figurada, claro está) por haber abandonado a mis fieles compañeras del trigal.
Prometería ser más constante y volver a ver este blog como un florido valle de ideas, pero me conozco bastante bien. Solo espero que el placer de terminar un post, como el que me está invadiendo ahora mismo, sea suficiente para recordar en mi porque abrí esta página.

De nuevo,
Birlo

* Seguro que alguién se está frotando las manos con esta frase.