6.2.07

El barranco

La nieve crujió bajo los pies del pequeño grupo. Hef estaba realmente serio y la situación no era para menos. En medio de un páramo helado, con un precipio a las espaldas y un grupo de trasgos montados en bukkots (parecidos a los jabalies pero mucho más grandes y cubiertos de un pelaje denso) con Guytarg herido; Gast, enfermo y tan agotado que era incapaz de lanzar un sencillo hechizo de luz y Vreyara habia caido en el camino. Intentó no pensar en ella pero aun veia el cadaver de la joven semielfa tendido en la nieve desangrandose lentamente... tanto tiempo juntos... No era justo que la maga muriera alli. Al menos habian alejado a los trasgos del cadaver. Se mantendria intacto un tiempo antes de ser devorado por algún bukkot salvaje. Pero estó se acabó. Por lo menos moririan de pie. Miró a Guytarg y éste miró a Gast. El druida humano asintió sacando la espada entre toses.
Con su grave voz, Guytarg empezó a salmodiar un viejo cántico de guerra enano. El martillo del enano subió y bajó arrastrando la vida de un bukkot con su jinete. Mientras buscaba con la mirada el enemigo más cercano, vió que el kuduk habia lanzado tres flechas de las cuales solo una dió en el blanco: el cuello de un bukkot, que se encabritó y huyó tirando al suelo a su jinete. Gast vió a sus dos compañeros. "Los tigres acorralados son los más peligrosos... y más si están heridos" No tuvo tiempo de pensar mucho más mientras esquivaba un trasgo con su montura. giró rápidamente y le atestó una estocada en la espalda...
Llevaban ya media hora combatiendo. Aunque en un principio eran dos decenas, habian conseguido reducir su numero en una diferencia de tres a uno. Pero no aguantarian. Guytarg estaba a punto de desmayarse y Gast sabia que la única razón que se lo impedia era su orgullo. Hef tenia un hombro dislocado por un mazazo y se secaba las lagrimas de dolor cuando podia dejar de dar estocadas. Las flechas se le habian acabado hace tiempo. Y a él mismo le costaba respirar por un profundo corte debajo de las costillas. Estaba a punto de cerrar los ojos y dejar lo que era inevitable que pasara cuando se hizo el silencio absoluto. Todos lo notaron. Ese gélido aire no veia de las montañas. Hef se atrevió a girar un poco la cabeza para mirar al barranco. Guytarg cerró los ojos intentando no escuchar lo que sabia que oiria:
-¡Arpias! ¡Son arpias!- la chillona voz del kuduk resonó en el silencio del atardecer.
Gast se giró lentamente, cansado, para ver los monstruos salidos del averno de la magia corrupta. Mitad humanas, mitad reptiles alados, repulsivas en su totalidad. Empezaron a reir con un cloqueo hasta que se oyó una profunda voz calmada femenina:
-Hass makterem cecilsereni...
Todos los combatientes se giraron de espaldas al barranco. Hef se quedó boquiabierto. De pie, con un puño levantado envuelto en llamas azuladas y el otro sujetando un libro abierto, Vreyara miraba con los ojos cubiertos de negro amenazadoramente al grupo de enemigos. Apuntó con un dedo a las arpias y gritó:
-¡Mortuitori!

En el borde del barranco,
Birlo
PD: Este post es un regalo para mi amigo Rup. Felicidades. Espero que te guste

1 comentario:

Jimmy Jazz dijo...

Una vez más mi más sincera enhorabuena, has vuelto a hacer eso que solo tu sabes. Estremecerme con cuatro palabra aleatorias y mal ordenanadas, y es más, seguramente esa no fuera tu intención.
Muchas gracias,tu más sincero admirador