17.7.07

La carrera

Cuando uno deja de correr sin razón alguna, cuando deja de oir su corazón palpitante como un sordo rumor en los oidos, cuando uno puede parar a respirar y dejar de boquear como un pez; entonces y solo entonces empiezan a entrar en su cabeza pensamientos que le daban vueltas desde hace ya largo tiempo. Le damos una importancia vital a cosas nimias y nos damos cuenta que aquello que considerabamos niñerias o tonterias son de repente un peso brutal, un mazazo salvaje capaz de tirar abajo los cimientos de nuestro pensamiento. Aquello que siempre hemos creido sin temor a equivocarnos se desmorona antes nuestros ojos e intentamos pararlo con la inutilidad de detener el curso de los rios con las manos, nos arrepentimos del pasado aun cuando sabemos que el arrepentimiento es estupido ya que lo pasado, pasado está. Intentamos manternos de pie ante el vendaval y nos descubrimos llorando cuando nos ha tirado al suelo. Vemos a la gente corriendo a nuestro alrededor, giramos la cabeza hacia ellos, chillamos hasta que nuestras cuerdas vocales sangran, lloramos y los corredores ni siquiera nos hacen un gesto de desprecio. No podemos dejar de correr, lo siento no podemos, deja que te ayude a levantarte y corre con nosotros. Entonces descubres que tiene las piernas rotas y los huesos han desgarrado tu piel.
En el fondo deseas volver a correr.

Birlo

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