18.4.07

Serpientes de acero


Un claro de un bosque milenario. Las retorcidas ramas como dedos ansiosos de tocar el cielo se alzan entre las estrellas de la noche. Vetustas rocas esperan con su barba de musgo. Han visto pasar decenas de generaciones y verán muchas más generaciones. Las runas en su superficie parecen cicatrices de alguna batalla entre los dioses. Y de repente, como si hubieran estado allí, los dos hombres cruzaron el circulo de rocas pisando la sagrada tierra del honor. Rompiendo el rocio de la crujiente hierba.
No hay miedo en sus ojos, no hay ira, no hay piedad. Sólo determinación. Los sentimientos debilitan el cuerpo, debilitan la mente. No se pueden permitir el lujo de sentir.
Lentamente, se quitan las capas. Unos ligeros movimientos para estirar los musculos ateridos por el frio de la noche. Uno de ellos saca la espada y empieza a dar mandoblazados al aire. El otro se arrodilla, coge un poco de barro negro y se frota las manos.
-¿Listo?
-Sé que llegaria este momento. He estado preparandome desde que nací. Si, estoy listo.
-Callate y muere.
Con una risa demencial se lanza encima. Y todo empieza. Dos serpientes aceradas en la noche, dos pares de ojos ardiendo, concentrados, preveyendo el proximo movimiento, un segundo tarde una sola estocada erronea significaria muerte. No se podian permitir tanto.

No sé a donde llevaba esto, pero lo escribi hoy en el metro y me gusta más sin final

Espartano,
Birlo

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