14.7.09

¡Oh, Jack...

menos mal que has venido! Ya sabes lo que me aburren estas fiestas. Todo el mundo cacareando y gritando a la vez frases inconexas y estúpidas, interrumpiendose mutuamente para arrojar otro comentario banal a una conversación sin sentido. Fijate, ¿ves a aquella chica rubia? Sí, la que está detrás de esos tres babosos. Mira a los babosos, que pateticamente comicos parecen intentando llamar su atención. Y la chica les mira asustada pero en realidad por dentro está encantada, justo al contrario que sus amigas -las de esa esquina, allí- que están riendose como hienas aunque por dentro se mueran de envidia. Y esos dos que ves en la barra abrazados, antes de que vinieras tú no se conocían, pero con la copa en la mano cualquier imbecil puede disfrazarse de amigo. No estoy diciendo que tú no seas mi amigo de verdad, pero tú eres un caso aparte. Tú sabes escuchar de verdad y como y cuando consolar. ¡Oh vaya, Jack, espero no estar aburriendote! Es que sin tí, esta fiesta no tenia ninguna gracia. Como mi vida.

Entonces cogí un vaso, puse un par de hielos y serví un largo trago de mi buen amigo Jack Daniel's.

Por el alcohol, fuente y solución de todos nuestros problemas,
Birlo

11.7.09

Juego de palabras (II)

Las llanuras plañian con llantos añiles mientras llovian llamas y ñus.

Ñañañaña,
Birlo

8.7.09

Juegos de palabras (I)

Tres tropas trajeadas y atrofiadas trabadas con psicotropicos trajinan para trucar tremendas tracas en sus entrenamientos en el trópico.

Birlo

7.7.09

Dos botellines


Casi medianoche. Dos botellines de cerveza charlan en una tranquila terraza de bar. Detrás con el brazo como una correa, sus dueños: un chico desgarbado, ojeroso y una chica con el pelo largo y enredado. Rien y hablan. Hablan y rien. El polvo y el calor no importan. Ellos rien. No hay nada por lo que fruncir el ceño. Esta noche no.

Ahora están ebrios. Se miran y ven sus ojos borrosos esbozados en los ojos del otro. Las mandibulas se cansaron de brincar de risa. Los botellines se alinean, vacios, secos, en el suelo de piedra. El camarero está ligando con la rubia de la barra así que nadie recoge los cadaveres de tan desigual batalla. Ellos callan y se miran. Se miran y callan. No están tristes y es posible que no quisieran estar en otro lado, por eso no hace falta decir nada.

Todo, bien o mal, acaba. Las noches no son menos. En el momento de despedirse, él no hace un comentario ingenioso, gracioso a la vez que insinuante, original y sin que se le trabe la lengua que hace que ella no pueda evitarle besarle. En el momento de despedirse, ella no anda unos pasos, piensa y se da la vuelta para correr a sus brazos y fundirse en un exquisito beso. Los finales de pelicula dejenlos a los guionistas. En la vida real, charlan hasta la parada de autobús, se dan dos besos y ya en el autobús ella, andando él se permiten imaginar y quizás un leve suspiro.

Dos botellines más,
Birlo