29.4.09

Cortazar y el talento


Acabo de salir de una clase de filosofía en la que hemos leido un cuento de Julio Cortazar. El texto es, como todo lo que escribe el argentino, una maravilla. No diré nada más sobre él, porque posiblemente repetiría con un estilo y vocabulario peor palabras adulatorias (y no obstante más que bien merecidas) escritas antes por gente con mayor talento que el mio.
Y es de esto de lo que quiero hablar. Me encanta leer (como ya dije hace unos dias) pero a la vez, me causa una profunda frustración, especialmente cuando leo a autores del calibre de Cortazar, Poe, Borges, Bukowski o Kafka, saber que nada de lo que salga de mi pluma (o mi teclado, en este caso) será comparable a sus peores obras. Algunos dirán que esto es evidente, ellos son genios y yo sólo un crio. Pero hay algo más no tan visible. Ellos poseen talento y eso es algo con lo que yo no puedo contar. Podré leer, escribir y reescribir y, quizás, con suerte ser un "escritor" mediocre porque siempre careceré de ese elemento tan vago y aleatorio pero a la vez tan esencial para destacar por encima de la multitud.
Mi padre siempre afirma que la falta de talento se suple con el trabajo constante y duro, pero tras cerrar "Factotum" o "El pozo y el pendulo", veo lo absurdo de su afirmación. Sin duda ellos trabajaron duro, le dedicaron esfuerzo y tiempo y no obstante hay algo en sus palabras, en sus páginas que jamás podré lograr.
Eso es lo frustrante de ser alguien sin ningún tipo de talento, excepto el de la admiración envidiosa.

Frustrantemente maravillado,
Birlo

27.4.09

Digresión

-Mágico, ¿tú has estado en el mundo de los humanos, verdad?
-La respuesta es afirmativamente positiva, claro cristalino.
-¿Y como es ese mundo profundo?
-¡Oh, Chascarrillo! ¡Como alibricio que me interrogues y rogues sobre este tema particular! Los humanos son seres opuestos sin dejar de ser apuestos, algunos son altos como castillos con pantalones de pitillo o bajos como tapones con anchos pantalones. Son de naturaleza cruel aunque huelen como miel pero que no te engañen sus suaves, seductores y sedosos susurros: No hay nada más terrible que mezclar a varios humanos que esten sanos pues juntos maquinan y se inquinan contra otros humanos para hacerse sus amos.
-¡Pero como, Mágico! No es verdad que los humanos viven en un planeta de belleza implasmable en poemas! ¡Qué son todas esas flemas! ¿Como que de ellos tantos blasfemas?
-Critico, pequeño Chascarrillo, critico pero no se si me explico. Allí las mujeres con mucho pote y más escote solo buscan un buen cipote. Los hombres se pelean por ser los que menos lean y los muchachos por ser los mas borrachos y de entre ellos, solo hay uno bueno entre cien y por ello introduce una bala en su sien. Pues bien, está solo como un oso en el Polo.
-Pero ¿y las flores, las aves, los mamiferos?
-¡Efimeros! No digo más que los meros no son más que un mero anhelo de los remeros. Todo lo que espero y quiero es que los arboles ya no se anuden nidos para que los nenes tengan nanas que no nazcan de los silbidos de los bolidos sino de los calidos balidos de los enplumados.
-Mágico, todo esto es muy triste... me dan ganas de comer alpiste antes de que se me enquiste el corazon con la pozoña y carroña que relatas.
-Aqui tengo unas trece latas... cuando acabes, intenta buscar las erratas.

Comiendome Reykjavik,
Birlo

22.4.09

Mañana


La luz se filtra decidida por entre las sabanas, convencida de la misión de arrancarme del sueño. Me giro y la ignoro pero ella, insistente, persigue mis pestañas. Entierro mi cabeza bajo la almohada, sabedor que jamás me encontrará allí. Sin embargo, ella tiene muchos recursos y pide ayuda al taladrante timbre del telefono. El desagradble sonido es como un millon de megatones estallando en las playas de mi somnolencia. Pero ninguno de los dos contaba con la desesperada fuerza con la que me agarro al sueño.
Reptando, una mano sale de mi cama y tantea el suelo. Olisquea un poco alrededor de las patas de mi catre, levanta zapatillas y ropa hasta hallar, al fin, lo que buscaba. El móvil intenta huir asustado mientras sigue gritando pero ya es mio. Lo miro. Me mira. He aqui un dilema moral: ¿cumplo con mi obligación y retraso el sonido cinco minutos más o lo apago para entregarme a los dulces brazos de Morfeo? Al final, no sé que tecla pulso porque sigo sin abrir los ojos.
Pero tras esta ardua lucha, mi cuerpo empieza a tomar conciencia de si mismo. Frio en los pies porque se me han vuelto a salir de la cama, piernas de piedra inamovibles, ganas de salir a mear (¡No! ¡no aún!) , nauseas que cierran a cal y canto el estomago, un cálido dolor en la adormecida espalda, el corazón latiendo demasiado lento como para recuperar completamente la consciencia, los brazos y manos agarrotados con fuerza alrededor de la almohada, la boca pegajosa y pastosa, ahora mismo mi lengua debe estar blanca y un martilleante y aspero dolor de cabeza.
Suspiro y me arrebujo un poco más disfrutando del poco calor residual de la cama.
Sí, hay que tomar el nuevo dia por los cuernos. Hay que ser optimista. Ante mi, el día se presenta lleno de nuevas oportunidades.



Pero yo quiero malgastarlas todas quedandome en mi cama de por vida.
Recién levantado,
Birlo

21.4.09

Regreso a Itaca

Ulises suspira y nota como el viciado aire infla sus pulmones. Sus dedos apenas se abren aroñando el tacto de un recuerdo y su saco de viaje resbala hasta el suelo, levantando estrellas de polvo. El planeta ha dado más de veinte vueltas alrededor del sol pero su mundo apenas se ha movido.

Itaca. Todo sigue igual: La codicia supurando de los corazones encallecidos de los politicos, la estupidez del pueblo escondido en sus mascaradas, la sordidez de las sucias calles sinuosas, montañas de basura preparadas para el saqueo nocturno de vagabundos, las gordas meretrices con sus pegajosos perfumes, los filosofos revolcandose en los ideales olvidados, la lujuria y los narcoticos corriendo en riadas arrastrando el bien y la lucidez...

Todo sigue igual. Salvo él. No es más sabio, no es más fuerte, no es más feliz. Pero la luz que duerme en sus ojos ha cambiado. Trescientos ochenta y siete días lejos del hogar no cambian el corazón de un hombre. Sólo lo cargan de melancolia.

De vuelta,
Birlo

PD: Sin duda esta es una prueba más de mi falta de voluntad.